Antes de la llegada de la televisión los debates electorales se ganaban o se perdían en la radio. Pero el 26 de septiembre de 1960 los candidatos a la presidencia de EEUU, John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon, protagonizaron el primer debate televisado de la historia que congregó a 70 millones de estadounidenses, diez millones más de audiencia que el debate entre Obama y Romney. Una noche de hace 57 años que ha pasado a formar parte de la historia de la política, la televisión y la comunicación.

A partir de entonces entró en juego un elemento que hasta entonces no se había tenido en cuenta: la importancia de la imagen. Sin embargo, Kennedy supo ver en la televisión una oportunidad de oro para ganarse el afecto de sus conciudadanos, por eso dio mucha importancia a su aspecto y estudió al milímetro el tipo de traje que se pondría y la forma de su peinado.

Antes de ese 26 de septiembre Kennedy estuvo es su casa de Martha’s Vineyard  para preparar los mensajes, ensayar y enfrentarse a sparrings de comunicación. Además estar cerca del mar le ayudó a presentarse ante las cámaras con un tono bronceado.

Kennedy supo adaptar el discurso al lenguaje televisivo haciendo movimientos fluidos y utilizando frases sencillas y efectivas. Nixon sin embargo soltaba peroratas complicadas acompañadas la mayor parte del tiempo de un gesto de enfado en la cara, quizá por molestias en una muela que según cuentan le quitaron ese mismo día.

JFK sabía que su imagen de político joven, atractivo y seguro de sí mismo lograría traspasar la pantalla, sumar votos e inclinar la balanza a su favor. Una estrategia que también siguió para su discurso de investidura, considerado por la revista Time como uno de los 10 mejores discursos de la historia.

Nixon era veterano y estaba preparado para enfrentarse dialécticamente a Kennedy si esa noche solo se hubiera juzgado la voz del político. Pero Nixon subestimó el poder de la televisión, no cuidó su imagen, se puso un traje gris que se difuminaba con el fondo y se negó incluso a que le maquillaran.

No fue consciente de que esa noche las cámaras captarían mucho más que las palabras y demostrarían la importancia de controlar los gestos, la forma de mover o no las manos, la postura, las reacciones del cuerpo ante una pregunta inesperada…. Es ese preciso instante la comunicación no verbal entró en escena y pasó a ocupar un lugar destacado en la estrategia de comunicación política, especialmente a la hora de preparar cualquier intervención en televisión.

Tras su mala experiencia en televisión Nixon dijo: «Confiad plenamente en vuestro productor de televisión, dejadle que os ponga maquillaje incluso si lo odiáis, que os diga como sentaros, cuales son vuestros mejores ángulos o qué hacer con vuestro cabello. A mí me desanima, detesto hacerlo, pero habiendo sido derrotado una vez por no hacerlo, nunca volví a cometer el mismo error«. Palabras que demuestran que el presidente supo reconocer su error y aprender de los fracasos.

En este vídeo puedes ver la entrevista íntegra:

 

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