Hay un caso muy especial en la historia de los desmentidos, sobre todo porque fue protagonizado por una persona que, en opinión de muchos, no estaba en sus cabales… Y probablemente tenían razón. Howard Hugues, uno de los hombres más ricos del mundo, cuya leyenda sobre sus excentricidades fue creciendo a la par que su fortuna. ¿Podía un hombre aislado desde una habitación de hotel convencer al mundo?
Parte del trabajo de comunicación consiste no en comunicar noticias, sino en desmentirlas. Vistos muchos casos recientes, cabría pensar que España es un país donde los desmentidos, a pesar de ser más que frecuentes, suelen hacerse bastante mal. Frases hechas. Excusas vacías. Amenazas de querella. Mucho victimismo y honor indignado, que en conjunto transmiten una sensación de falta de credibilidad. Justo lo contrario de lo que se pretende. Analizamos uno de los casos más extraordinarios de un desmentido. Y probablemente uno de los más efectivos, pese a que el portavoz llevara casi más de diez años apartado de la luz pública.
El hombre que no daría la cara
El 7 de diciembre de 1971, la editorial McGraw-Hill anunció que publicaría próximamente una autobiografía del magnate, con el título Las memorias de Howard Hughes: la auténtica historia de su vida relatada a Clifford Irving. Lo que diferenciaba a ese libro de otros intentos de escribir sobre la vida de Hughes es que Irving aseguraba haberle entrevistado personalmente en varias ocasiones a lo largo de dos años, y contar con una enorme cantidad de material procedente del propio Hughes.
Howard Hughes es una de las figuras más atractivas de la América más mítica y cinematográfica, desde los «felices años 20» hasta la década de los 70. Multimillonario, magnate, ingeniero autodidacta, aviador, productor y director de cine. Una figura popular y reconocida que, sin embargo, debido a un trastorno obsesivo-compulsivo que nadie pudo diagnosticar a tiempo, sufrió el aislamiento total del mundo. Como retrata la película El Aviador de Martin Scorsese, a medida que maduraba sus episodios de retiro se hicieron más frecuentes, y por fin se volvieron permanentes desde 1965 hasta su muerte a mediados de los 70.
Lo cierto es que, volviendo a la presunta «autobiografía», todo era mentira. Hughes no sólo no había participado en ninguna biografía suya, sino que había utilizado todo su músculo legal y financiero –que era gigantesco- para detener varios proyectos de escribirla. Irving contaba con que el multimillonario, que llevaba quince años sin dejarse ver, no estaría en condiciones de aparecer en público para desmentirle. Circulaban sobre él todo tipo de leyendas: que llevaba barba y el pelo por los hombros, no se bañaba, guardaba su orina en botes de cristal y usaba cajas vacías de kleenex como calzado.
Irving tenía razón en sus estimaciones: Hughes vivía escondido en plantas de hotel cerradas con cortinajes negros, embotado por las drogas que le suministraban sus ayudantes, quienes le hacían llegar sólo la información que querían y aprovechaban sus paranoias para mantenerle desconectado del mundo. Según cuentan sus biógrafos Peter Harry Brown y Pat H, Broeske, hubo quien pensó que el verdadero Hughes fue asesinado en 1970 y sustituido por un doble.
Sin embargo, Irving no había contado con que el estado de postración de Hughes no era total. El magnate, en efecto, se negó a aparecer en público, sabiendo que su aspecto le restaría credibilidad y sería un mazazo para la imagen de su compañía. Pero en enero de 1972 convocó una conferencia de prensa, donde durante más de dos horas y media habló con siete periodistas… por teléfono. Ninguno de ellos le vio la cara.
Luchando contra su marca personal
Podríamos decir que la marca personal de Hughes jugaba en su contra. Y tenía que conseguir tres cosas:
Establecer su identidad: los periodistas convocados no podían albergar dudas de que estaban hablando por teléfono con el verdadero Howard Hughes.
Afirmar su credibilidad: tenía que quedar completamente claro que estaba en plena posesión de sus facultades mentales.
Mandar un mensaje definitivo sobre la ausencia de veracidad del libro de Irving.
Puede haber sido uno de los desmentidos más difíciles en la historia de la comunicación. Sin embargo, Hughes lo consiguió. Irving intentó defenderse con presencias en los medios, incluso en el prestigioso «60 minutos», alegando que tanto las cartas iniciales de desmentido, como la voz de la conferencia de prensa, eran falsificaciones. Pero su fachada estaba rota: sólo unas semanas después reconoció el engaño y fue condenado a dos años y medio de cárcel.
¿Cuáles fueron las armas del desmentido de Hughes para que resultara tan categórico?
Exposición: Hughes se sometió a una larga conversación en la que no puso trabas a ningún tipo de preguntas, ni siquiera a las que se referían a su salud, su situación y su aspecto físico. Sabía que, después de quince años sin comparecer ante la prensa, se le sometería a un extenso repaso de su vida. Y tenía que contestar a todo si quería obtener credibilidad a la hora de desmentir a Irving.
Claridad: En la larga rueda de prensa, Hughes despachó el tema de Irving en unos pocos minutos: “No lo conozco. No nos hemos visto jamás. No sabía nada de él hasta que hace unos días me enteré de esta historia”.
Solidez: durante la entrevista, Hughes contestó a varias preguntas cuya respuesta sólo podía conocer él. Uno de los periodistas le preguntó por otra entrevista que mantuvieron los dos solos, en un hangar vacío, treinta años atrás. Hughes se acordaba de todo, incluso de detalles que el periodista nunca había publicado. Su autoridad como fuente fue indiscutida desde ese momento.
Sentido del humor: Para transmitir cercanía y seguridad si se usa en la medida adecuada: “me gustaría seguir en el negocio del cine, porque no recuerdo haber leído nunca un guión tan disparatado o con tanta imaginación como esta historia”. “Si tuviera las uñas de las manos y los pies tan largas como se ha dicho, no creo que pudiera caminar ni tan siquiera escribir mi nombre”.
En este archivo podemos oir parte de la declaración de Hughes, con su característico y cerrado acento tejano.
Tras la rueda de prensa, Hughes volvió a su reclusión, de la que nunca volvería a salir. Fue la última vez que el público tuvo ocasión de oír su voz. Falleció en 1976, destrozado por las drogas que le suministraban y por su propio deterioro mental.
Pero aquella ocasión en que se enfrentó a la prensa y al público para desenmascarar a un impostor, dejó un legado para la historia sobre las reglas que deben seguirse a la hora de preparar un desmentido irrefutable.
Esperamos que te haya gustado " Howard Hugues y el gran desmentido ".
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