El tamaño no importa, el alcance sí

La gran pregunta sobre a cuánta gente tengo que conocer y por qué. No se trata de cuánta gente te oye, sino de quiénes son

La pregunta que siempre cae

Hay una pregunta que nos hacen con bastante frecuencia en las sesiones Elocuent: ¿A cuánta gente me tengo que dirigir? Aquí subyace un pequeño error de fondo, donde se confunde la celebridad con la realidad. Mucha gente piensa que conseguirá sus objetivos profesionales si es conocida por cuanta más gente mejor, es decir, si se hacen famosos o se acercan lo más posible a serlo.

Lo cierto es que a veces, para alcanzar unos objetivos concretos, es necesario contactar con el grupo adecuado, no con el más grande. Pensemos en un caso extremo: una persona que quiera ser Ministro no deberá convencer a los miles, o decenas de miles de seguidores, que pueda tener en Twitter, sino solamente a una persona: el Presidente del Gobierno. Vale, quizá sea una exageración, pero muestra que con frecuencia lo que conviene para conseguir nuestros propósitos no es ser reconocido por mucha gente, sino por aquellos que de verdad pueden ayudarnos.

Impactar donde nos interesa

De la misma manera, esta preocupación por el tamaño del público tiene mucho que ver con el alcance de los mensajes a través de los canales personales o sociales de cada uno. La verdad es que el número de personas a las que impactamos a lo largo de nuestra vida es muy superior al que podríamos pensar en un principio: si se hacen unos sencillos cálculos, como los que hemos encontrado en esta infografía reciente, obtendremos unos resultados sorprendentes.

Pero cuidado: no debe confundirse el número de personas a las que con diversos grados de intensidad impactamos, con los grupos e individuos que realmente constituyen nuestros públicos-objetivo, con los que queremos (y debemos) interactuar para movernos en la dirección adecuada, y para conseguir un impacto positivo. Este impacto se logra mediante el diálogo, dando cosas y por supuesto recibiéndolas, pero sobre todo mediante el conocimiento mutuo y alineándose para conseguir resultados: en definitiva, haciendo las cosas adecuadas con la gente adecuada.

Saliendo de la tribu

Anteriormente, en otro artículo analizamos el tamaño de la marca personal (lo que denominamos la tribu), y explicamos el por qué tiene una limitación basada en nuestra memoria, en el número máximo de personas que podemos recordar para establecer relaciones profundas y relevantes.

Esta infografía que hemos encontrado, orientada a emprendedores, explica cómo estas personas se separan en tres niveles (colegas de trabajo, familia, y amigos), y cómo la suma de los integrantes de estos grupos puede sobrepasar por poco los 200 individuos. Pero también explica cómo una persona que desarrolle una marca personal activa será capaz de llegar a mucha más gente de la que se circunscribe a esos tres grupos.

¿Por donde empiezo?

Las herramientas básicas para comenzar son simplemente dos:

• En primer lugar, tomemos una hoja de papel y escribamos en ella una pequeña lista de las personas con las que deberíamos estar interactuando de manera prioritaria.
• Y en segundo, tomemos otra hoja y escribamos en ella una lista con las personas con las que ya estamos interactuando. Aquí podemos recurrir a un poco de ayuda tecnológica, ya que hay herramientas online, como una utilidad de Linkedin que analizamos en un post anterior, que permiten cartografiar al detalle todos nuestros contactos en esta red social, mostrando cómo y dónde se produjo cada uno de ellos.

Partiendo de ahí, en ambos casos seguiremos el mismo método de trabajo: empezar por grupos ya existentes, por ejemplo “compañeros de clase”, “colegas de trabajo”, “periodistas”… y luego bajar a los detalles de las personas que conocemos en cada uno. Esto ayuda a determinar grupos clave en los que a lo mejor no tenemos acceso o conocidos. 

Cualquier reflexión de comunicación personal, esté orientada una marca personal o no, debe empezar por intentar analizar a cuánta gente, y sobre todo a qué gente estamos llegando y por qué canales, y seguir por determinar a qué personas deberíamos estar llegando para alcanzar nuestros objetivos. Saber dónde nos encontramos es la mejor manera de saber a dónde tenemos que llegar.

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